Homenaje a la fidelidad de los héroes

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El homenaje a la heroína de la sierra y el llano, con la firmeza y la ternura que merece . Foto: Estudios Revolución

Silencio, homenaje, certezas, esperanza. Amanece al pie de la montaña de Mícara. Por la senda que conduce al imponente Mausoleo del Segundo Frente Oriental Frank País avanzaron los carros con los restos mortales de 40 combatientes que van reunirse con otros cientos que aquí ya reposan.

Atento a cada movimiento, el líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, jefe fundador de este Frente guerrillero, amigo y hermano de luchas de tan valerosos revolucionarios. A su lado, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

La melodía Hasta pronto, del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, acompaña la ceremonia de traslado e inhumación de los restos de combatientes del Segundo Frente Oriental, caídos durante la guerra de liberación o fallecidos después del triunfo de la Revolución.

Las voces de mando rasgan el silencio, al unísono todos se detienen. La solemnidad se adueña de cada espacio, y las notas de nuestro Himno Nacional irrumpen en la serranía.

Para nuestros muertos gloriosos es el primer recuerdo, dijo el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura, también combatiente de este Frente. En sus palabras, la evocación a la vida y a la obra de todos ellos, quienes siguen «acompañando a nuestro pueblo con la fuerza que emana de su ejemplo, en el irrenunciable empeño de llevar adelante la Revolución».

Significó que este sitio, como muchos otros de la Patria, «no es escenario para conmemoraciones formales, sino cofres que atesoran el paradigma de resistencia y victoria que nuestros muertos nos han legado». Su valiosa herencia, subrayó, es «escudo contra el que se estrellan las mentiras y los cantos de sirena de nuestros enemigos, y a la vez un arma que nos hace más fuertes en cada nuevo combate».

Los familiares de los combatientes acompañaron los osarios hasta los túmulos, mientras se escuchaban los nombres de los 40 guerrilleros.

Con el ejemplo de quien no ha descansado ni un instante en esa lucha imperecedera por construir y defender la obra de la Revolución cubana, el General de Ejército avanzó hacia la Llama Eterna, la que arde, como él dijera en una ocasión, para «todos los combatientes de la libertad, inmolados o caídos heroicamente en este territorio a lo largo del proceso histórico que transcurre desde Hatuey hasta Fidel»; por «todas las tumbas dispersas en los montes y valles del Segundo Frente», y por «todos los que, sabiéndolo o no, cimentaron con su sangre nuestro presente y nos enseñan a ser capaces de seguir su ejemplo por las generaciones venideras». Allí dejó una rosa blanca.

Después fue al encuentro de su entrañable Vilma. Ante el monolito que resguarda sus cenizas, se detiene, deposita una flor y saluda militarmente. Lo hace con la firmeza que merece tan incomparable compañera de lucha, y con la ternura de quien, junto a ella, compartió tantos años de vida y de sueños.